Viajar es un modo de
aprender. Ese aprendizaje se arranca en unas lecturas, esa acción lectora se
sustenta, entre otras, en la temática viajera narrada por cronistas que posibilita emerger una cultura de viaje.
La literatura de viaje,
género literario, se cimienta con el elemento esencial, la crónica del viaje,
que desvela el viaje real no aflora un viaje ficticio por lo que es una
literatura de la experiencia.
Una crónica de viajes cuenta qué mirar. El cronista viajero desvela
unos nuevos modos de mirar. Martín
Caparrós (Buenos Aires, 1957) escribe crónica de viajes. Se desliza por la
premisa de narra lo que no solemos mira con la Larga distancia (Malpaso Ediciones). Su escritura traza un viaje de descubrimiento. El hecho de
escribir los viajes le permite esbozar el contexto histórico con una mirada
caparrosiana.
Evidentemente, los cronistas
viajeros emblemáticos como Marco Polo,
Matteo Ricci, Cristóbal Colón,… regresan sus aventuras a su casa después de
explorar inhóspitos parajes como eran China, Oriente, “Las Indias”,… les permiten al mercader
veneciano, misionero
jesuita, navegante,… escribir el relato de un viaje sobre la mirada del otro,
la su ajenidad, cuyas notas viajeras son fundamento de la moderna idea de
nación.
Este viajero-colonizador, ha
desaparecido, tal vez, nuevos mundos serán explorados fuera de espacio conocido
actual, plantean el debate de la modernidad.
La cronología define a los
cronistas en sus épocas. El cronista de “Las Indias” inaugura una etapa de
descubrimientos pero avancemos al cronista romántico que difiere del ilustrado que narró para el viajero
del setecientos.
La literatura de viajes alcanza su etapa dorada o Edad de Oro en el
siglo XIX. Este siglo fugaz y vaporoso detiene el tiempo al escribir el viaje. Se
venía del viaje escrito en el "siglo de los viajes", siglo
XVIII, el viaje dieciochesco “viajar
para saber”, que se proponía buscar la objetividad en lo relatado mientras que
en la centuria siguiente, “se viaja por placer”, se observa que el relato se tiñe
de la personalidad -el viaje escrito es el alma de un viajero, Pedro Antonio de Alarcón- del viajador
-Mesonero Romanos-.
Toda literatura de viaje nos transmite una cultura de viaje.
Es retórico preguntarse por ¿el viajero es un personaje fatal? Será
la respuesta para un próximo artículo.
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