Yo
no viajo para conocer, sino
por puro placer[1]. Difunde el término turista y diseña el viaje sentimental -modalidad de viaje-. Le
fascina la diletancia -el diletante figura viajera romántica-. Practica el arte de ir a la caza de la felicidad.
Se definía entre dos amores y dos libros
e imagina la literatura del Yo. De todas
mis pasiones muertas, la única que me
queda es la de ver cosas nuevas. No pretendo
contar cosas nuevas, solo las sensaciones
que me producen.
A Henri-Marie Beyle se le conoce con el pseudónimo Stendhal, su literatura de refleja mucha
autobiografía, le atrae los libros de
viajes como género literario, inventa la naturalidad en la escritura moderna, sus
prosa destila una la actitud romántica -Nietzsche-, inscrito como un escritor
del Romanticismo, pertenece a grandes románticos franceses, se convirtió en un
maestro de la novela analítica, se sentía unido a los escritores liberales
italianos, los carbonari, Consuelo
Bergés lo define como un gran psicólogo
-explica con pormenor las motivaciones psicológicas del protagonista por
ejemplo, lo ejerce en el protagonista Julián Sorel en Rojo y negro- y gran
lírico del sentimiento amoroso, inmerso en el "beylismo" -disfrutar
de todos los dones de la existencia-, buscaba la felicidad[2],.. Le gusta la música y la pintura.
Su infancia grenoblesa se
torna a amarga. Muere su madre, sufre la distancia de su padre, lleva su
educación su tía -un demonio hembra-, le instruye un jesuita -modifica su fe-,… Necesito
tres o cuatro metros cúbicos de ideas nuevas al día, de la misma forma que un barco de vapor
necesita carbón.
Nace en Grenoble, el 23 de
enero de 1783, se afincó en la capital francesa, viajó por Europa -Alemania, Polonia, Austria,
Rusia junto
al Gran Corso-, se
largó a París -abandona el Ejercito en 1802-, descubre el Gran Sur, se desplaza
al país alpino –en 1814, tras la caída de Napoleón. Italia es su verdadera patria.-, cruza el Gran San Bernardo y
vivió en Milán -entre 1814 y 1821 (expulsado por el Gobierno austriaco por su
apoyo al movimiento independentista en el norte de Italia-, se establece en Trieste
-nombrado cónsul de Francia, 1830-, se le destina a Civitavecchia –cerca de
Roma en 1831 donde falleció el 23 de marzo de 1842 -, siempre volvía a París.
Su epitafio se halla en Montmartre donde se lee Henri Beyle. Milanés.
Escribió, amó, vivió. ¡Milanés!
Corría el 1817. Escribe un
libro de recuerdos y estudios académicos titulado Roma, Nápoles y Florencia[3],
la primera obra publicada bajo el pseudónimo que le reconoció para la
posteridad. Se caracteriza por una mezcla
heteróclita de impresiones de viaje, anécdotas
de toda índole, informaciones de
naturaleza práctica, comentarios de
música, de teatro, de pintura[4].
Sus libros de crónicas de viaje los escribe sobre lo que le sorprende en cada
arte, no desde un enfoque crítico científico, más bien, en un tono de
naturalidad referente a lo que se emociona ante ellas. Se configura el síndrome
de Stendhal -emocionarse más de la cuenta a través del arte-, en Nápoles y
Florencia: un viaje de Milán a Reggio lo describe “había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las
sensaciones celestes dados por las bellas artes y los sentimientos apasionados. Saliendo
de Santa Croce, me latía el corazón,
la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”[5].
La Ciudad Eterna la
inmortaliza en sus Paseos por Roma -littérature
alimentaire-. Stendhal se convierte en ese flâneur.
Esta mañana hemos deambulado por el Monte
Aventino con un tiempo delicioso; (…) Paseábamos
como unos verdaderos vagabundos felices de existir[6].
Stendhal enfoca el viaje
como una experiencia íntima -alquimia de los sentidos- más que un
descubrimiento del mundo. El protagonista del viaje es el viajero más que el
viaje en si mismo. Este hecho provoca la escisión entre los cronistas viajeros.
Se diferencian en aquellos que transcriben la realidad y aquellos que relatan
una experiencia personal. Irrumpe el Yo stendhaliano.
[1]
Aunque se diferencia tanto de los viajeros del Renacimiento -el viaje a Italia se
erigió en el complemento y la culminación de la formación intelectual-, pasando
por los países del Norte, en especial en Inglaterra desde finales del siglo
XVII -Gran Tour: viaje de carácter más bien pedagógico y contrastivo-,como
cuando el advenimiento de las Luces nos trajo los viajeros ilustrados del siglo
XVIII -su deambular responde a una finalidad de observación y de análisis de
los fenómenos sociales y, asimismo, de los viajeros románticos del siglo XIX -búsqueda
del exotismo-. Se aproxima a Rousseau: el
viaje por el viaje pero su estudio del objeto era filosófico para el
escritor francés Stendhal entiende el turismo como pura diletancia.
[3] Antonio
M. Rey González, Lorenzo Livianos Aldana, La psiquiatría y sus nombres:
diccionario de epónimos, Ed. Médica Panamericana.
[4] Juan
Bravo Castillo, Stendhal viajero: Memorias de un turista, Universidad de
Castilla-La Mancha, Revista de Filología Románica, 2006, anejo IV, 189-197.