El viaje entraña una
pregunta, por qué beben los escritores, su repuesta se halla en un armario
donde se guarda alcohol, lo descubre una persona con un grado de alcoholemia
elevado, se refugia en su contenido, lo explora Brick en La gata sobre el
tejado de zinc y lo bautiza con el nombre de Echo Spring.
Seis escritores beben alcohol de alta graduación,
sus vidas destilan fantasmas, traumas, creatividad y conflictos sexuales, su
trayectorias quedan atrapadas en las garras del alcoholismo, su carrera literaria
alcoholiza a sus lectores, sus nombres echan alcohol en la tinta impresa, el
alcoholero trajina con sus obras, sus piezas contiene alcohol, se encuentran en
los anaqueles de la biblioteca, su consulta se convierte en obligado
cumplimiento.
Olivia
Laing traza un viaje geográfico, construye un mapa topográfico
del alcoholismo[1],
contribuye a la geodesia y a la cartografía con la dipsomanía[2] de escribientes sin precedentes
bibliográficos, sitúa al viajero en el lugar, ilumina los ambientes, los
caminos van de la creatividad a la adicción[3], profundiza en las vidas
rotas de una generación de escritores irrepetible, esas existencias destrozadas
se cosen con composiciones emblemáticas, el trayecto muestra un ejercicio de no
ficción narrativa, las paradas las configuran Ernest Hemingway, Raymond Carver,
John Cheever, F. Scott Fitzgerald, Tennessee Williams y el poeta John Berryman. Se detienen en un Bar.
No hacíamos más que beber. Están en la habitación 240 Iowa House, bajan al Bar Mill y frecuentan tiendas licoreras. Más tarde, se encuentran dos botellas de vino abiertas en la suite Elysée en Nueva York. Se trasladan a Dingo American Bar en la rue Delambre en París, son escenarios embriagadores de estos insignes narradores.
El alcohólico sigue bebiendo. Marchó a Echo Spring, le contaron la historia del truco del ataúd pescando en la oscuridad, ebrio veía una casa en llamas, se quemaban los malditos papeles, le advirtieron del alcoholímetro, se iba hacia el Sur a escuchar las confesiones de Bones y la mitad de él conoció los ocho capítulos del viaje propuesto por Oliva Laing.
No hacíamos más que beber. Están en la habitación 240 Iowa House, bajan al Bar Mill y frecuentan tiendas licoreras. Más tarde, se encuentran dos botellas de vino abiertas en la suite Elysée en Nueva York. Se trasladan a Dingo American Bar en la rue Delambre en París, son escenarios embriagadores de estos insignes narradores.
El alcohólico sigue bebiendo. Marchó a Echo Spring, le contaron la historia del truco del ataúd pescando en la oscuridad, ebrio veía una casa en llamas, se quemaban los malditos papeles, le advirtieron del alcoholímetro, se iba hacia el Sur a escuchar las confesiones de Bones y la mitad de él conoció los ocho capítulos del viaje propuesto por Oliva Laing.
Olivia Laing examina la
relación entre creatividad y alcohol a través de las obras y la vida de seis
magníficos escritores: F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Tennessee
Williams, John Berryman, John Cheever y Raymond Carver.
La escritora británica
Olivia Laing escribe El viaje a Echo Spring. Por qué beben los escritores[4].
[1]
En Culturamas, afirman Laing construye un
mapa topográfico del alcoholismo, desde los horrores de la adicción hasta las
milagrosas posibilidades de la recuperación, pasando por las deslumbrantes
creaciones fruto del licor.
[2] Etimológicamente
proviene del griego "dipsa" (sed) y manía (locura)
[3] El
Confidencial habla de un recorrido
inquieto, duro, hermoso por los caminos no tan obvios que van de la creatividad
a la adicción y que tantas veces acaban en el precipicio.
[4] Olivia
Laing, El viaje a Echo Spring. Por qué beben los escritores, Ático de los
libros, 2 de marzo de 2016.
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