¿Existe una urbe de los
sueños eternos en el siglo de las ciudades dentro el planeta Tierra? ¿Cuál es
la metrópolis shakespeariana por excelencia?
Llegó a la ciudad de las estrellas.
Ilumina el sol californiano a los magníficos personajes cinematográficos
rebosantes de optimismos y de sueños rotos.
Se desplazan en coches, cruza
la ciudad por ondulantes autopistas, se derrite el asfalto, se transforma en un
camino de baldosas amarillas, ¿se dirige a casa? ¿Quién le ayudará a conseguir
sus objetivos? ¿Qué era lo que la hacía reír (recordaba que Toto el que hacía
reír a Dorothy)? ¿Realmente, iba al País de Oz? Suena por la emisora de radio Another Day of Sun.
La
noche se mueve. ¿Cuál es su sueño? ¿Sería recuperar la
gloria perdida del antiguo local de jazz Van Beek? Más bien, ¿abre su propio
club? o ¿Trabaja, finalmente, en el Café Sur Le Lot donde su decorado muestra fotografías
de estrellas de Hollywood? Todo ficticio.
Ha
nacido una estrella. Viajó al complejo de Warner Bros, buscaba un
plató emblemático, en concreto, el número 7, alberga el escenario Rick’s Cafe
Americain de Casablanca, por supuesto, La Marsellesa estremecía los corazones.
Era un grito de libertad ante la opresión
nazi y en el que se forjó el inicio de una hermosa amistad.
Thor Jurodovich Kostich nos
retrata La ciudad de las estrellas,
Un viaje de película a Los Ángeles.
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