La ciencia ficción tiene
afluentes por los que navega la literatura. Afluye por la distopía[1]. Su torrente la componen
clásicos. Esa masa de libros permite seleccionar a autores comprometidos con el
presente que ejercen la crítica en sociedades ficticias futuras. Su caudal de vigencia
posibilita un antídoto contra el poder actual.
Cruza la histórica Ruta 66[2], la calle principal de
América, en 1932 y 1934. Conducía su padre un viejo Buick. Contemplaban bellos
paisajes, recorrían interminables itinerarios la familia, se detenía el coche,
salía del coche, salía a la biblioteca más cercana y se perdía entre Bellas y Bestias
que no conocía.
Escribe, más tarde, ¿has
visto los carteles de sesenta metros que hay fuera de la ciudad? ¿Sabía que
hubo una época en que los carteles solo tenían seis metros de largo? Pero los automóviles
empezaron a correr tanto que tuvieron que alargar la publicidad, para que
durase un poco más.
Y, ahora, qué tipos de
carteles se diseñan, pregunta nuestro protagonista distópico, el viajero Ray Bradbury, quien conoce la
temperatura a la que el papel se enciende y arde y lo plasma en Fahrenheit 451[3],[4] donde muestra, un antídoto como exponemos
al principio, los efectos de la manipulación cuando la ejerce un grupo de poder.
Sara Morante[5] se inspira en esta novela
distópica[6] para el cartel[7] -para cualquier soporte- de la Feria del Libro de
Madrid 2019[8].
Sé un disidente viajero, conserva, lee libros y viaja. Desplázate
al Retiro, te espera, entre otros, Ray Bradbury.
[1]
Distopía. Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- 'dis' y utopia
'utopía'. Real Academia Española. La propuso José María Merino, Premio Nacional de Narrativa de 2013, Mañana
todavía (Fantascy, la primera antología distópica escrita por autores
españoles, se enfoca en la tecnología y, cómo no, en sus consecuencias), su
inclusión Diccionario de la RAE. La RAE
la define como la representación imaginaria de una sociedad futura con
características negativas que son las causantes de alienación moral.
Etimológicamente significa
“mal lugar. El primer uso documentado del término en el curso de una intervención
parlamentaria en 1868 la hizo John Stuart Mill.
[2]
Historic Route 66′
[3]
Se publicó en 1953. La novela la protagonizan: Guy Montag. Bombero, casado, 30 años y 10 trabajando, quema libros
y no los lee porque está prohibido por ley, lleva el número 451. Pero, finalmente,
leerá. Le induce Clarisse McClellan. Diecisiete años y estoy loca. Me gusta
ver y oler las cosas, y, a veces, permanecer levantada toda la noche, andando,
y ver la salida del sol.
[4]
A unos 233 grados centígrados.
[5]
Recibió el Premio Nacional de Arte Joven, categoría ilustración, del Gobierno
de Cantabria en el año 2008.
[6]
La novela distópica es un subgénero de la literatura de ciencia ficción. Su
carta fundacional -obra pionera de la antiutopía (frente al romance científico,
proyecta sueños de futuro optimista se encuentra una nueva tendencia basada en
la tradición al pesimismo)- data de 1920 con la novela Nosotros -un Estado
Único (omnipresente), dos mundos -acero y cristal (la anulación absoluta de la
esfera privada y de la personalidad del individuo y los salvajes-, la autoridad
del Bienhechor y los hombres-número (D-503: Narrador y protagonista del libro)-
de Yevgueni Zamiatin (1884-1937). Son obras de culto Un mundo feliz de Aldoux
Huxley, 1984 de George Orwell (1903-1950 su Estado es más omnipresente), en La
máquina del tiempo, de H.G. Wells, Farenheit 451», de Ray Bradbury. Cuenta con
series televisivas como Los juegos del hambre de Suzanne Collins o el Black
Mirror.
[7]
El cartel reivindica al libro como fuente de cultura y pensamiento crítico. Tiene
referencias a obras clave, como Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, “por aquello
de la censura”, y una referencia más clara a la Historia del Arte, en general,
y a La gran ola de Kanagawa, de Hokusai, en particular como homenaje, “una obra
icónica, universal y con una fuerza increíble”.
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