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domingo, 10 de marzo de 2019

Stendhal, un viaje stendhaliano


Yo no viajo para conocer, sino por puro placer[1]. Difunde el término turista y diseña el viaje sentimental -modalidad de viaje-. Le fascina la diletancia -el diletante figura viajera romántica-. Practica el arte de ir a la caza de la felicidad. Se definía entre dos amores y dos libros e imagina la literatura del Yo. De todas mis pasiones muertas, la única que me queda es la de ver cosas nuevas. No pretendo contar cosas nuevas, solo las sensaciones que me producen.

A Henri-Marie Beyle se le conoce con el pseudónimo Stendhal, su literatura de refleja mucha  autobiografía, le atrae los libros de viajes como género literario, inventa la naturalidad en la escritura moderna, sus prosa destila una la actitud romántica -Nietzsche-, inscrito como un escritor del Romanticismo, pertenece a grandes románticos franceses, se convirtió en un maestro de la novela analítica, se sentía unido a los escritores liberales italianos, los carbonari, Consuelo Bergés  lo define como un gran psicólogo -explica con pormenor las motivaciones psicológicas del protagonista por ejemplo, lo ejerce en el protagonista Julián Sorel en Rojo y negro- y gran lírico del sentimiento amoroso, inmerso en el "beylismo" -disfrutar de todos los dones de la existencia-, buscaba la felicidad[2],.. Le gusta la música y la pintura.

Su infancia grenoblesa se torna a amarga. Muere su madre, sufre la distancia de su padre, lleva su educación su tía -un demonio hembra-, le instruye un jesuita -modifica su fe-,… Necesito tres o cuatro metros cúbicos de ideas nuevas al día, de la misma forma que un barco de vapor necesita carbón.


Nace en Grenoble, el 23 de enero de 1783, se afincó en la capital francesa, viajó por Europa -Alemania, Polonia, Austria, Rusia junto al Gran Corso-, se largó a París -abandona el Ejercito en 1802-, descubre el Gran Sur, se desplaza al país alpino –en 1814, tras la caída de Napoleón. Italia es su verdadera patria.-, cruza el Gran San Bernardo y vivió en Milán -entre 1814 y 1821 (expulsado por el Gobierno austriaco por su apoyo al movimiento independentista en el norte de Italia-, se establece en Trieste -nombrado cónsul de Francia, 1830-, se le destina a Civitavecchia –cerca de Roma en 1831 donde falleció el 23 de marzo de 1842 -, siempre volvía a París. Su epitafio se halla en Montmartre donde se lee Henri Beyle. Milanés. Escribió, amó, vivió. ¡Milanés!

Corría el 1817. Escribe un libro de recuerdos y estudios académicos titulado Roma, Nápoles y Florencia[3], la primera obra publicada bajo el pseudónimo que le reconoció para la posteridad. Se caracteriza por una mezcla heteróclita de impresiones de viaje, anécdotas de toda índole, informaciones de naturaleza práctica, comentarios de música, de teatro, de pintura[4]. Sus libros de crónicas de viaje los escribe sobre lo que le sorprende en cada arte, no desde un enfoque crítico científico, más bien, en un tono de naturalidad referente a lo que se emociona ante ellas. Se configura el síndrome de Stendhal -emocionarse más de la cuenta a través del arte-, en Nápoles y Florencia: un viaje de Milán a Reggio lo describe “había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dados por las bellas artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme[5].

La Ciudad Eterna la inmortaliza en sus Paseos por Roma -littérature alimentaire-. Stendhal se convierte en ese flâneur. Esta mañana hemos deambulado por el Monte Aventino con un tiempo delicioso; (…) Paseábamos como unos verdaderos vagabundos felices de existir[6].


Stendhal enfoca el viaje como una experiencia íntima -alquimia de los sentidos- más que un descubrimiento del mundo. El protagonista del viaje es el viajero más que el viaje en si mismo. Este hecho provoca la escisión entre los cronistas viajeros. Se diferencian en aquellos que transcriben la realidad y aquellos que relatan una experiencia personal. Irrumpe el Yo stendhaliano.



[1] Aunque se diferencia tanto de los viajeros del Renacimiento -el viaje a Italia se erigió en el complemento y la culminación de la formación intelectual-, pasando por los países del Norte, en especial en Inglaterra desde finales del siglo XVII -Gran Tour: viaje de carácter más bien pedagógico y contrastivo-,como cuando el advenimiento de las Luces nos trajo los viajeros ilustrados del siglo XVIII -su deambular responde a una finalidad de observación y de análisis de los fenómenos sociales y, asimismo, de los viajeros románticos del siglo XIX -búsqueda del exotismo-. Se aproxima a Rousseau: el viaje por el viaje pero su estudio del objeto era filosófico para el escritor francés Stendhal entiende el turismo como pura diletancia.
[2] Manuel Hidalgo, Stendhal, el romántico que buscó la felicidad, EL MUNDO, Literatura, Galería de imprescindibles/544, Madrid, 1 OCT. 2018 02:06.
[3] Antonio M. Rey González, Lorenzo Livianos Aldana, La psiquiatría y sus nombres: diccionario de epónimos, Ed. Médica Panamericana. 
[4] Juan Bravo Castillo, Stendhal viajero: Memorias de un turista, Universidad de Castilla-La Mancha, Revista de Filología Románica, 2006, anejo IV, 189-197. 
[5] José A. Ponte Far, Stendhal, teoría y práctica del amor, La voz de Galicia, La voz de la escuela,  16/11/2016 05:00H.. 
[6] Carmen Anisa, Stendhal y sus "Paseos por Roma", De nada puedo ver el todo, julio 19, 2017.